Gervasio Deferr pertenece a esa raza especial de deportistas que, cuando más aprieta la soga de la competición, más jugo sacan de sí mismos. El gimnasta siempre se las ha ingeniado para que sus mejores momentos coincidieran con las grandes citas olímpicas. Dos oros en Sidney 2000 y Atenas 2004, y una plata en Pekín 2008 adornan su salón y sus tobillos.
Y todo ello en una carrera llena de toboganes y vaivenes. Un positivo por hachís que le quitó una plata en unos Mundiales, épocas con un ritmo de vida poco disciplinado para lo que exige su deporte y trágicos acontecimientos familiares han salpicado la trayectoria del mejor gimnasta español de la historia. Pero, al final, cuando más dudas podía haber sobre él, ha terminado reivindicándose.
Sus piernas potentísimas, su centro de gravedad bajo y, sobre todo, su mente ganadora le han convertido en un tipo para el que no cabe la desconfianza.
Después de su oro en Atenas, Gervi, como así se le conoce, se convirtió en asiduo a las series y concursos de televisión, y a las promociones y actos sociales. Pero regresó a tiempo. El pasado septiembre, consiguió la plata en suelo en los Mundiales de Stuttgart, la misma medalla que tuvo que devolver hace años por su positivo en cannabis. Nada que ver con el sprint de cuatro meses que tuvo que hacer para preparar la cita de 2004, tras ese caso de dopaje, lesiones varias y la muerte de su hermano. El sacrificio para China volvió a dar sus frutos.
Este catalán, hijo de exiliados argentinos, iba a ser, además, el abanderado de la delegación española, pero la proximidad de la ceremonia de inauguración con su competición le hizo renunciar a este honor.
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