ORÍGENES
Los primeros gritos de ¡Hércules, Hércules! se escucharon por primera vez en el Paseo de Gomis, mientras corrían, tras una pelota de trapo, un grupo de chavales que tenían señalizadas las porterías con prendas de vestir de jugadores y libros amontonados. Vicente Pastor Alfonsea, conocido por sus amigos como “El Chepa”, fue el fundador de aquel equipo para infantiles, al que le quiso denominar como el semidiós mitológico. Ya en la prensa de Alicante aparece que el Hércules fue campeón infantil de un torneo local en 1918. Por aquel entonces existían en Alicante algunos equipos que acaparaban la atención, como Lucentum y Bellas Artes, que eran un poco espejo de los chavales de Hércules. Hasta que hubo una aproximación. En 1922 se federó y quedó inscrito en la Región Regional Levantina, con Alberto Misó como presidente
Aquellos sueños de los chavales del Hércules, en sus partidos por descampados, por donde está ahora la calle Alemania, o en los terrenos del barranco de Benalúa y del campo de la Gimnástica en Carolinas, o el antiguo campo de Tiro de Pichón cercano a la Estación de Murcia, se convirtieron en realidad, y el Hércules creció y creció. En 1932 inauguró el Estadio Bardín. Dos años más tarde ascendió a Primera División
DE LA GUERRA CIVIL A SERGIO RODRÍGUEZ
El Hércules tocó el techo de la gloria futbolística con el primer ascenso a Primera División, respaldado por un coquetón y cómodo Estadio Bardín en la campaña 34-35. En su debut en Primera logró una clasificación admirable: un sexto puesto. Pero aquel sueño dorado se rompió en mil pedazos a golpe de cañonazos. La Guerra Civil, con tres años despiadados, dejaron su huella. Tras la paz se intentó recomponer. La contienda había separado física e ideológicamente a los jugadores entre los dos bandos. De campos de concentración salieron Maciá y Blázquez, mientras Mendizábal murió como piloto tras ser derribado su avión. Manuel Suárez Begoña, el entrenador, fue encontrado muerto en una cuneta de Aguas de Busot. Todavía en la campaña 39-40 se pudo hacer un papel digno en Primera, pero los jugadores se habían cargado de años y no fue fácil sustituirlos. En la campaña 41-42 llegó el primer descenso. Quiso resurgir el Hércules pero no hubo ni dinero ni acierto en los fichajes y sí otro ascenso en la campaña 44-45. Aquello fue un quiero y no puedo y se volvió a peregrinar por Segunda.
Los 50, alegrías y desencantos.
Nueve años militó el Hércules en Segunda División hasta que llegó el ascenso en la campaña 53-54 en un memorable Hércules-Osasuna con Amadeo Sánchez en el puente de mando técnico. Quedaron atrás los intentos de volver a Primera con Alfonso Guixot como presidente y Gaspar Rubio como entrenador. Tuvo que ser con una Directiva presidida por Juanito Pastor, el primer olímpico alicantino, y detrás el apoyo de Jesús Aramburu, entonces Gobernador Civil, cuando el Hércules brilló con intensidad con la veteranía de Pina, Ernesto, Calsita y la juventud de Durán, Roth y Marsal, tres juveniles cedidos por el Real Madrid. Se ilusionó la afición y el Hércules, nuevamente en Primera, se despidió del Estadio Bardín y comenzó una nueva etapa en La Viña.
Volvió Alfonso Guixot a la presidencia, pero un infarto se lo llevó por delante y el club se resintió y volvió a rodar a Segunda con una afición nuevamente desconcertada.
LA DÉCADA DE RAMÓN.
Los 60, años de penuria.
Tras abandonar la Primera División en la campaña 55-56, le aguardaron al Hércules diez años de acusada penuria con un descenso a Tercera en 1958 y el embargo de los trofeos del club el 16 de octubre del 1959 por una deuda de 25.000 pesetas, demandadas por el ex-directivo Joaquín Ponce.
El entonces alcalde de Alicante, Agatángelo Soler, se encargó de recuperarlos de nuevo para el club. Volvió el Hércules a rehacer su prestigio en la campaña 65-66 con un nuevo ascenso a Primera, con Luis Belló como entrenador.
La presidencia la ostentaba Ferrer Stengre, que tuvo visión de futuro y dejó señal de compra de los terrenos que luego serían del estadio Rico Pérez. Pero se encontró muy solo y mal aconsejado. Finalmente, hubo un descenso rápido y casi derrumbamiento total con desplome a Tercera División, hasta que surgió la etapa de Tomás Tarruella.
LA TRANSICIÓN
De Tarruella a Rico Pérez.
Fue providencial la llegada a la presidencia del Hércules de Tomás Tarruella Alonso, quien supo galvanizar a la afición para el resurgimiento del club. Organizó verbenas, tómbolas, corridas de toros y despertó a la afición, que escoltó al equipo por el largo peregrinar por Tercera División. No hubo acierto y se malogró el ascenso. Pero llegó César y, en un partido de promoción contra Osasuna, se regresó a Segunda División.
Quedó atrás la etapa de Tarruella y César. Con Miguel Luis Vidal Masanet al frente de la gestora, se dejó paso a José Rico Pérez para la presidencia. El Hércules se recuperó y pagó la hipoteca sobre La Viña, que se vendió. En los terrenos que el club disponía en la ladera del castillo de San Fernando se planificó el nuevo estadio, aunque con el susto de una promoción de permanencia contra el Cartagena.
El húngaro Janos Kalmar trajo el sosiego al banquillo herculano y, un año más tarde, Arsenio Iglesias convirtió al Hércules en un Primera División, tras la célebre victoria en El Sadar, que se convirtió en el pistoletazo de salida de los años más gloriosos del Hércules.
EL HUNDIMIENTO DE LA NAVE .
Después de los éxitos, apareció la resaca. Inversiones excesivas, descensos a Segunda, crisis en la presidencia, directivos con más atención al acoso y derribo que a la labor deportiva.
El Hércules se convirtió en un equipo ascensor en la primera mitad de los 80. Un año en Primera, otro en Segunda. El éxito más sonado fue el triunfo al Real Madrid en el Bernabéu, que permitió al Hércules eludir el descenso en el 84. Tras el posterior descenso y la marcha de Carlos Jurado, se evitó el regreso de Arsenio Iglesias, se permitió la marcha de Kempes y se volvió a apagar la estrella del club.
Cuando el Hércules abandonó la Primera División en la campaña 85-86 se entró en otro largo túnel. Con las dimisiones, aumento de deudas, y el desfile de entrenadores, el equipo rodó hasta el pozo de Segunda B con cinco penosas campañas sin ver la luz del futuro y la esperanza.
La providencial llegada de Aniceto Benito a la Directiva planificó el futuro: salir de Segunda B, saldar deudas, convertir el club en Sociedad Anónima Deportiva y lograr el ascenso a Primera División. En cuatro años se logró el objetivo. El Ayuntamiento, bajo la presidencia de Angel Luna, compró el Estadio por mil millones y el Hércules salió a flote. Quedaron atrás, como pesadillas, el peregrinar por Segunda B y la amenazante losa de la deuda.
VOLVER A EMPEZAR .
La temporada 94/95 fue la culminación de un trabajo iniciado hacía años, cuando nadie apostaba un duro por el Hércules.
La vuelta a la élite del fútbol fue un éxito deportivo de primera magnitud. Pero igual de importante fue la buena salud económica y la planificación que introdujeron los dirigentes del Consejo de Administración del Hércules SAD. Y no lo fue menos el fervor con que la afición vivió y alimentó la “Herculesmanía”. Estos tres aspectos fueron los pilares sobre los que se asentó un equipo que aspiraba a mantenerse entre los grandes y consolidar al Hércules, de una vez por todas, en el lugar en el que le corresponde por la entidad histórica del club y de la ciudad a la que representa.
La salida del pozo se inició en el año 93, cuando el Hércules consiguió abandonar la Segunda B batiendo las marcas de espectadores en esa categoría. Desde entonces todo fue cuestión de paciencia. Una temporada en Segunda A y en la 1995/96, el anhelado ascenso a la división de oro.
El año siguiente, nuevamente en segunda, el club seguiría su trayectoria descendiendo. El retorno a Segunda B se produjo en el 99.
Después, la historia la conocemos todos, seis años en segunda B hasta el deseado ascenso en 2005 a la segunda división de la Liga de Fútbol Profesional.
LIBRO DE ORO DEL HÉRCULES
lunes, 1 de junio de 2009
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el herculessss aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa primera division
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